EL ANTIMASONISMO EN ESPAÑA
En España y América latina la antimasonería se remonta a 1738, año de la primera condena pontificia
de la masonería. La antimasonería tiene una doble vertiente religiosa
y política, siendo sus máximos responsable el Papado y la Monarquía.
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Fray Benito Jerónimo de Feijoo
(1676-1764) benedictino, ensayista y polígrafo español |
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La antimasonería religiosa,
va servirse en el siglo XVIII, del Tribunal de la Inquisición. A esto
se unirán, sobre todo tras la desaparición de la Inquisición, las
pastorales de los obispos y los escritos del clero. La publicación más
difundida en el siglo XVIII fue el «Centinela contra Franc-Masones»
del Padre Torrubia (1ª edición 1751). Menos conocida es la «Adumbratio
Liberorum Muratorum» de Fray Juan de la Madre de Dios. Como
contrapartida, el erudito benedictino Fray Benito Jerónimo de Feijoo
tiene una curiosa carta en la que de una manera indirecta sale en
defensa de los francmasones (vid. J. A. Ferrer Benimeli, «Feijoo y la
Masonería», en II Simposio sobre el Padre Feijoo y su siglo,
Oviedo, 1983, t. II, pp. 349-362). El impacto de los fraudulentos
libros de Leo Taxil no hizo sino aumentar la psicosis antimasónica.
Finalmente y a raíz del Congreso antimasónico de Trento se constituyó,
dependiente de la Iglesia, el Consejo Directivo Nacional de la Unión
Antimasónica Universal. En la circular remitida a todos los obispos
españoles, se decía que la masonería era el enemigo personal de los
Pastores de la Iglesia; el enemigo de las ovejas cuya guarda había
encomendado el Vicario de Cristo; el enemigo de Cristo, de su Iglesia,
de la Patria y de cuanto defiende a Dios.
La vertiente política del
antimasonismo en España se inicia en 1751, fecha del primer decreto
real de Fernando VI prohibiendo la masonería. El mismo año, su hermano
Carlos, rey de Nápoles, prohibía la masonería en el reino de las Dos
Sicilias, y al venir a España, para ceñir la corona española con el
nombre de Carlos III mantuvo su prohibición de la masonería.
Precisamente Carlos III es el único rey de Europa del que se conserva
toda su correspondencia antimasónica en el Archivo de Simancas de
Valladolid (vid. J.A.
Ferrer Benimeli, «Carlos III y la Masonería de Nápoles» en I
Borbone di Napoli e i Borbone di Spagna, Napoli, 1985, vol. II,
pp. 103-189; Idem, «Bernardo Tanucci y la Masonería napolitana a
través de la correspondencia entre Tanucci y Carlos III (1775-1783)»,
en Bernardo Tanucci, Statista, Letterato, Giurista, Napoli,
1988, pp. 375-455). Esta
postura antimasónica continuó con sus sucesores Carlos VI, Fernando
VII e Isabel II.
Salvo breves paréntesis: ocupación
bonapartista (1808-1813), Sexenio revolucionario (1868-1873) y segunda
República (1931-1936), se puede decir que la masonería estuvo bajo
persecución y control policial; en el mejor de los casos tolerada,
pero nunca apoyada totalmente por el poder político.
A partir de Franco el antimasonismo
volvió a alcanzar una gran virulencia cristalizando en la creación del
Tribunal de Represión de la masonería del 1.º de marzo de 1940 que
estuvo en vigor hasta 1965, siendo luego el encargado del control
antimasónico el Tribunal de Orden Público.
Este doble antimasonismo, religioso y
político, derivó en España hacia un antimasonismo popular que
prácticamente llega hasta nuestros días. En el siglo XIX se provocó
una instintiva identificación de masónico con todo aquello que no se
ajusta a lo tradicional católico y español. Los masones son
considerados por el pueblo como brujos, libertinos, herejes, malvados,
etc. Años más tarde –durante la segunda república (1931-36)– el
periódico antimasónico y antirrepublicano Gracia y Justicia
presenta un estereotipo en el que el masón es identificado con los
comunistas, anarquistas, separatistas, judíos, teósofos, volterianos,
jansenistas, revolucionarios, espiritistas, librepensadores, etc.
La causa hay que buscarla en la propia
actitud de Roma frente a la masonería, especialmente durante los
pontificados de Pío IX (1846-1878) y León XIII (1878-1903). Es la
época de la llamada cuestión romana o de la pérdida de los Estados
Pontificios y reunificación italiana, del Syllabus (1864) y de
la Humanum genus
(1884), del satanismo masónico de Léo Taxil, del congreso antimasónico
de Trento (1869), de la creación de la Liga Antimasónica (1887), de
los Protocolos de los Sabios de Sión, etc., etc.
Basta hacer un recorrido por los
escritos de papas y, sobre todo, del clero y obispos españoles, o por
las traducciones de obispos franceses, como monseñor Dupanloup, obispo
de Orléans [Estudio sobre
la Franc-Masonería,
Barcelona, 1875], monseñor Fava, obispo de Grenoble [Discurso sobre
el secreto de la Franc-masonería,
Barcelona, 1884], o monseñor Segur [Los Franc-masones,
Barcelona, 1883], para constatar hasta qué punto de virulencia llegó
la cruzada antimasónica en España desde la óptica católica. El
antimasonismo religioso acabó siendo recopilado en el Código de
Derecho Canónico de 1913, el cánon 2335 por el que se excomulgaba a
los católicos que fueran o se hicieran masones con todas las
consecuencias sociales, de rechazo de los matrimonios en las iglesias,
entierros en los cementerios católicos, etc.
Pero aparte del antimasonismo jurídico
existió el antimasonismo ideológico en el que jugaron un papel
importante la prensa, libros y demás publicaciones, la escuela, el
púlpito y confesionario, etc. Vamos a encontrar toda una serie de
temas que configuran los diversos antimasonismos:
1) El secreto masónico así como el
cruel juramento y la sospecha de herejía.
2) La filosofía de las Luces o de la
Ilustración y la Revolución francesas que algunos escritores van a
manipular a fin d lanzar la idea de que la masonería había urdido la
Revolución francesa.
3) Este fue retomado en España y en
América latina. La identificación de la masonería con las sociedades
secretas y a éstas con las sociedades patrióticas dará el
antimasonismo un falso tema: el de la masonería, cuartel general de la
organización revolucionaria liberal.
4) La famosa «cuestión romana», ligada
a la unificación italiana y a la pérdida territorial de los Estados
Pontificios, será también el origen de un nuevo tema que ha quedado
vivo hasta hoy día: el de la masonería cuartel general de una lucha
universal contra la Iglesia.
5) La idea de la masonería
«contra-Iglesia» nos lleva al tema de la masonería luciferina
inventada por Léo Taxil. Según él el verdadero secreto masónico sería
la acción oculta del diablo en las logias.
6) El tema de la judeomasonería,
hábilmente explotado a partir de los Protocolos de los Sabios de
Sión, tuvo un éxito enorme a principios del siglo XX. La masonería
se convirtió así también en el cuartel general de la lucha del
sionismo internacional.
7) Especialmente en España, y durante
la dictadura franquista, tuvo una gran importancia el tema de la
masonería al servicio del comunismo para implantar por todas partes el
imperialismo soviético.
8) También tuvo mucho desarrollo en
España el tema anglófono, la francmasonería no sería otra cosa que el
camuflaje del Servicio de Inteligencia inglés, y a veces de las sectas
protestantes, a fin de dar a Gran Bretaña la dominación mundial.
9) En los tres casos anteriores, la
masonería al servicio del judaísmo internacional, del comunismo
soviético y del imperialismo inglés, el punto común es el de la
masonería antinacional, una especie de «Estado en el Estado»,
responsable a la vez de la Revolución francesa, de la Revolución rusa,
de la Independencia de las Américas, de la creación de la Sociedad de
Naciones, de la Segunda Guerra mundial, etc.
10) Hay también otro tema, el de la
masonería contra la familia y las buenas costumbres; el de la
masonería corrupta de la mujer y de la infancia, a través de la moda,
la escuela laica, etc.
Extractado de: José
Antonio Ferrer Benimeli, “La antimasonería en España y América latina:
intento de síntesis”, en J. A. Ferrer Benimeli, (coord.), La
Masonería española entre Europa y América, VI Symposium Internacional
de Historia de la Masonería española, Zaragoza, 1995, pp. 405-416.
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